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El acto destructivo que deviene creación artística

Por Lara Schaefer

2018


Trabajo realizado en el marco de la cátedra Literatura y Cine


Abstract


El siguiente trabajo es un análisis de la transposición del cuento Las babas del diablo (1959) de Julio Cortazar a la película Blow up (1966) de Michelangelo Antonioni. Se plantea una reflexión acerca de la resignificación y reinvención de la escritura cinematográfica a partir de un cuento. Exponiendo puntos de encuentro y tensión entre dos lenguajes que comparten la capacidad de narrar, pero que lo hacen mediante procedimientos distintos. Este análisis asoma la mirada y propone indagar en los elementos que se hicieron presentes en la transposición de la película, y donde Antonioni plasma su propia forma de escritura: la cinematográfica.


Palabras clave: Transposición, literatura, cine, reescritura, narración.



“Hacer una película es pasar a un acto de destrucción del creador del libro, justamente del escritor.”

Marguerite Duras


¿Qué se puede decir hoy acerca de crear? Se ha dicho y escrito mucho y muy bien acerca de muchas maneras de poner algo en el mundo que antes simplemente no estaba, o estaba, pero de otra manera, quizás con otra forma, de otro color o, en este caso, escrito con letras.

Reflexión, resignificacion, reinvención. La transposición va más allá que la ilustración o la adaptación, porque lleva en sí el trabajo de tomar un recurso y destruirlo, dislocarlo, y volver a presentarlo reinterpretado. Este trabajo incorpora así algo que está en los inicios de la representación, el remontarnos a un origen a través de la ausencia.

Un caso que considero muy interesante respecto a la acción de transponer, es el de Blow up (1966), película de Antonioni que recupera ciertos rasgos del cuento de Cortázar Las babas del diablo (1959). El director lo hace, en este caso, recuperando algunos gestos que se verán en la película, realizando, si se quiere, una lectura que Sergio Wolf (2001) analiza como “texto reinventado”: “puede hablarse de reinvención cunado la obra literaria es demolida para luego ser reconstruida por el cineasta.” (s.p.)

Al leer el cuento, somos testigos de un momento en la vida de un fotógrafo que decide contar un hecho, una situación que no sabe cómo abordar. Desde un principio se hace evidente el conflicto que presenta para dar cuenta de los acontecimientos y sus capacidades de distracción, contemplación e imaginación respecto las posibilidades que nacen en su mente a partir de un mínimo gesto. El personaje de este cuento escribe lo que recuerda: un paseo, el viento, algunos comentarios, hasta que se encuentra con un joven y una mujer. Pasado un primer tiempo de reflexiones e intentos de adivinar de qué venía la situación, les toma una fotografía, la mujer se enoja y entra en la escena un personaje a quien no se había considerado hasta entonces, un hombre que sale enojado de un auto negro. El personaje cuenta que el joven huye y él, al negarse a entregar sus negativos, se va afirmando que había salvado la vida del muchacho. Luego, habiendo revelado y ampliado repetidas veces la fotografía, redescubrió, gracias a que la fotografía cobró movimiento, lo que había sucedido: la mujer sólo estaba ahí para llevar al chico y dejarlo bajo las órdenes del verdadero jefe, el hombre del auto. Para terminar el personaje sostiene que gritó al advertir al joven, quien huyó del lugar dejando a la mujer y al hombre sin su presa.

Si bien tanto la literatura como el cine comparten la capacidad de narrar, lo hacen mediante procedimientos distintos. Por lo tanto al momento de transponer, los directores se adentran en una zona – que Sergio Wolf llamará “de conflicto” – donde deberán tomar decisiones. Wolf sostiene que “no se trata de cómo sustituir un procedimiento por otro, sino de la imposibilidad material de un medio para transformarse en otro.” (s.p.)

Veamos qué ocurre en el caso de Antonioni, donde elige un texto en el que, a la ya difícil decisión cinematográfica de elegir el narrador, se le suma que en el mismo cuento ese conflicto está patente:

“Nunca se sabrá cómo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando la tercera del plural o inventando continuamente formas que no servirán de nada. Si se pudiera decir: yo vieron subir la luna, o: nos me duele el fondo de los ojos y, sobre todo así: tú la mujer rubia eran las nubes que siguen corriendo delante de su sus nuestros vuestros rostros. Qué diablos.”

Aquí entran en juego los elementos narrativos del lenguaje cinematográfico y la capacidad de manejarlos del director, que, para poner en imágenes el conflicto, utiliza una cámara subjetiva que nos hace creer que eso es lo que el personaje ve para luego mostrarlo dentro del cuadro y saltar repetidas veces de una primera persona a una tercera.




Siguiendo la idea de Wolf (2008) sobre los problemas específicos, uno en particular resalta en este trabajo: la economía. Debemos tener presente que el cuento tiene una extensión de siete páginas, mientras que la película roza las dos horas. Recurro al texto de Peña Ardid (1992) cuando sostiene respecto a esto que:

“El paso del texto literario al film supone indudablemente una transfiguración no solo de los contenidos semánticos sino de las categorías temporales, las instancias enunciativas y los procesos estilísticos que producen el sentido de la obra de origen. No puede ser de otro modo cuando se trabaja con dos sistemas deshomogéneos.” (s.p.)

En la película Blow up, como sucede en los casos de transposición que optan por la relectura, están presentes muchos gestos del cuento. Sin embargo, lo que resalta, en mi opinión, es la apropiación de un concepto y la recreación de todo un ambiente en torno a él. Si bien el personaje principal sigue siendo un fotógrafo, este no escribe, decide salir a caminar y ve una mujer y un hombre en un parque, toma varias fotos y, al ser descubierto, la mujer insiste en varios momentos que se las entregue, por una razón que no terminamos de descubrir por completo. Este es el eje que, creo, sostiene la narración: la duda acerca de la verdad y los filtros que atravesamos para llegar a ella. Un ejemplo de esto, es lo que el fotógrafo descubre ampliando sus imágenes: confirma la muerte al ver el cuerpo del hombre cuando vuelve al parque y la pone en duda al notar que este, unas horas después, desaparece.

En muchos momentos, la duda, la afirmación y la negación surgen de lo que dice el personaje, decisión que me parece por demás acertada e interesante ya que no solo es el personaje fílmico quien duda de los hechos sino también el espectador respecto de lo que él cuenta de su vida, de las relaciones que mantiene con las mujeres. Respecto a estas últimas, se relacionan de manera interesante con el texto: mientras en el cuento es el personaje quien divaga sobre las posibilidades de la pareja, en la película es el espectador quien adquiere ese papel, y se ve en la situación de construir cierta idea y destruirla cuando aparecen gestos con otras mujeres, además de lo que el personaje dice de “su mujer” y después vuelve sobre sus palabras.

Considero adecuado, además, revisar la renovación en las claves de lectura de ciertos aspectos, como las distracciones que caracterizan al personaje del cuento, en varios momentos del filme el cuadro muestra palomas, el cielo, las nubes y también se perciben secuencias muy largas de silencio cuando el personaje deambula. También está muy presente el silencio cuando reflexiona y a esto se le suma la carga expresiva que recuperan los primeros planos.





“Lo que queda por decir es siempre una nube, dos nubes, (…) Y luego otra, y a veces en cambio todo se pone gris, todo es una enorme nube, y de pronto restallan las salpicaduras de la lluvia, largo rato se ve llover sobre la imagen, como un llanto al revés, y poco a poco el cuadro se aclara, quizá sale el sol, y otra vez entran las nubes, de a dos, de a tres. Y las palomas, a veces, y uno que otro gorrión.”

Para continuar con el sonido me gustaría resaltar un momento en particular que resume en gran medida el eje que mencioné anteriormente. Hacia el final de la película los mimos del principio se cruzan con el personaje en el parque, comienzan a representar un partido de tenis y al írseles la pelota le piden al fotógrafo que se las alcance, él lo hace, y luego en un plano medio queda observando la situación, es ahí cuando el sonido de raquetas golpeando la pelota aparece in crescendo. Este gesto, acompañado de la mirada del protagonista, hace que las preguntas sobre la legitimidad y la representación que habían aparecido a lo largo del audiovisual, reaparezcan. Retomo aquí lo sostenido por Graudeault (1995) respecto al sonido, y su capacidad para participar de la construcción de los relatos.

Por otro lado, me parece interesante como con algunos gestos se nota en el filme una idea muy presente en el texto, que es la de la verdad y como esta se ve siempre atravesada por determinados “filtros”.




“Ya sé que lo más difícil va a ser encontrar la manera de contarlo, y no tengo miedo de repetirme. Va a ser difícil porque nadie sabe bien quién es el que verdaderamente está contando, si soy yo o eso que ha ocurrido, o lo que estoy viendo (nubes, y a veces una paloma) o si sencillamente cuento una verdad que es solamente mi verdad, y entonces no es la verdad salvo para mi estómago, para estas ganas de salir corriendo y acabar de alguna manera con esto, sea lo que fuere.”

Para terminar, me gustaría retomar la idea de transposición como una acción que conlleva la apertura del espectador para acercarse a una manera de entender el audiovisual como una obra autónoma, despojándola así de su papel de “deudora” de la literatura.

Además de resaltar el diálogo que se establece entre las dos obras, la presencia en el texto de recursos fotográficos y de cómo las cuestiones de la representación y los filtros se ven en las imágenes del filme, como cuando el personaje, en repetidas ocasiones observa a través de persianas y, sin ir más lejos, del lente de su cámara.



Bibliografía

GRAUDEAULT A., JOST, F. (1995). El relato cinematográfico. París. Editorial Nathan.

PEÑA ARDID, C. (1992). Literatura y cine: una aproximación comparativa. Madrid. Ediciones Cátedra.

WOLF, S. (2001) Cine/literatura: ritos de pasaje. Buenos Aires. Editorial Paidós.



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