top of page

La sociedad contemporánea sobrevalora.


La sociedad contemporánea sobrevalora la moda, la estética, los gimnasios, la figura, las estructuras, las pantallas, el consumo. La sociedad contemporánea sobrevalora la imagen; en la apariencia, en la ropa, en los accesorios, en lo material. Pero también la imagen que se manifiesta a través de los discursos; la ideología, los grupos sociales, el perfil de las redes, el trabajo y el ámbito. La sociedad contemporánea es un juez crítico que sobrevalora la buena imagen. ¿Qué implica una imagen aceptable para la sociedad contemporánea? Ser pero no ser, mostrar pero no demasiado, lo políticamente correcto sin caer en las limitaciones de las estructuras, definirse pero no etiquetarse, otorgar libertad a los demás, pero no exponerse demasiado.

La sociedad contemporánea sobrevalora también la noción de “aceptación”, de dar lugar al otro. Bastante anclado a la idea de imagen, algo más externo y superficial que interior. Un modo generoso de ser, de obrar bien, de amar al “prójimo” en términos religiosos. Sin embargo, no deja de entender al otro como otredad y, a través de un marcado egocentrismo, decidimos si los demás pueden entrar a un sector o grupo social. Si es correcto o adecuado para el ámbito o si personalmente estamos de acuerdo con sus decisiones. Si no lo está, inmediatamente se justifica con afirmaciones como; te acepto, te entiendo, te tolero.

Se ponen de moda los temas de debate social, se banalizan. En las redes sociales todas es comentado, las nuevas plataformas se utilizan como un gran micrófono abierto al público para opinar. Los posteos se multiplican, la información está acumulada en un hashtag. El rebaño contemporáneo que poco mira hacia donde se dirige, se fija con detenimiento con quiénes. Si son muchos, si van todos hacia la misma dirección, si cumplen cánones establecidos aunque con estilo propio, por supuesto. El camino está marcado por la acumulación, la globalización, la industrialización y la mercantilización. Ya no somos consumidores, somos mercancía. Respondemos automáticamente a patrones y algoritmos que reflejan intereses de otros y vamos siempre en manada. Salirse un poco de esos ejes implica ser diferente, hippie, con aires de rebeldía, militante de libertinaje.

La sociedad contemporánea sobrevalora las convicciones, deja de lado las dudas, la asusta. Los interrogantes o preguntas no pueden mantenerse como disparadores para pensar, simplemente deben ser respondidos automáticamente encontrándoles una razón, un camino, una verdad. La sociedad contemporánea sobrevalora la solidez y no así la inestabilidad de los cambios y transiciones que incluso la misma contemporaneidad demanda. Ante una sociedad que no tiene las características propias de sí misma, se crea un constante choque, una discusión, un debate interminable, caos.


Luciana Nicoletti, 2020.

bottom of page